lunes, 30 de junio de 2008


Vengo de unas mini-pre-vacaciones que me han servido para desconectar, descansar y disfrutar. Lo único malo, por romper la perfección, ha sido la presencia de un pasajero en el autobús de vuelta. El problema era que se le había reencarnado Pavarotti vía axilar y cuando por un simple instinto de supervivencia he conseguido anular por completo mi sentido del olfato, me he dado cuenta que lo que tenia en la cara no eran patillas… Eran los pelos de las orejas que le llegaban hasta las cejas.
Quitando eso, esta escapada ha sido la antesala de unas vacaciones que necesito, porque ya me salían boleros en vez de post. Así que me tomo unos días para descansar o no.

¡Hasta la vuelta!

lunes, 16 de junio de 2008

Buffet libre


No hay sitio dónde el comportamiento humano salte por encima de diferencias de sexo, raza, nacionalidad o religión como en un buffet libre.
Al entrar en esa inmensa sala repleta de comida, donde puedes comer todo cuanto quieras, el sentido común y la decencia nos abandonan (alguno ya había sido abandonado de antes, pero bueno).
Acercarte a una bandeja en el preciso instante que lo hace otra persona supone una batalla de miradas que acobarda al mas plantado.
Se hace una especie de gymkana en la que se debe conseguir que absolutamente todos los alimentos quepan en un plato. Da igual cuántos haya y si la mezcla de sabores es letal, nada es comparable a la satisfacción que da llevarte ese botín a la mesa. Por eso de camino, te vas fijando en lo que están comiendo los demás no vaya a ser que te hayas dejado algo.
Cuando estás llenando tu plato, la gente que se pone alrededor genera tanta tensión que no puedes por menos que dar gracias a Dios porque lo que está en tus manos es un calamar aceitoso y no una loncha de jamón ibérico.
Es un lugar maravilloso dónde las batallas para que los hijos coman no existen. Está mas que comprobado que absolutamente todos los niños que van, comen el triple que sus padres y luego repiten. Es más, yo me imagino a esos padres haciendo planes. “Manolo el niño me está mirando raro, a ver dónde lo llevamos para que no nos coma”. El buffet libre es la respuesta, allí se podrá comer hasta el camarero si no se da prisa en quitar la mano.
El hecho de poder disponer de todo sin límite convierte estos sitios en una especie de ciudad sin ley que nos devuelve a nuestros orígenes. Solo nos falta pintar los canelones que hemos cazado en las paredes.

Foto que ilustra este post: "Niño de once años desayunando en buffet" desconozco el autor y el niño

lunes, 2 de junio de 2008

En Soledad

Si hicieran una encuesta con las cosas que mas pavor producen al ser humano encontraríamos la soledad como una de las mejor posicionadas.
Hay dos tipos: impuesta o voluntaria. Esta última no siempre se comprende, por eso en cuanto alguien nos dice que quiere estar solo, lo entendemos a la primera, pero no como una necesidad, si no como un estado de ánimo momentáneo. Tiene un mal día y ya se le pasará.
¿Qué pasa cuando no es así?
Como ejemplo pongo a San Antón que decidió llevar una vida austera y dedicarse a la meditación uniéndose a un grupo de ascetas. Ayunó, rezó, luchó contra las tentaciones, pero la convivencia con otras personas hacía imposible la soledad que él buscaba y se marchó a una cueva en medio del desierto. Después buscó un sitio mas apartado en una ciudad en ruinas y mas tarde levantó un muro allí para no tener que hablar ni con la persona que le tiraba pan por encima. Pero ni con esas.
Acudian tantas personas para hablar con él que finalmente tuvo que derribar el muro (debió ser a cabezazos de la desesperación) y hacer vida social.
Hay gente que necesita la soledad. La necesita como un paso adelante en su vida. No temen estar sin mas compañía que consigo mismos porque han aprendido a escucharse. Saben encajar los fracasos y asumir su parte de culpa en ellos porque es lo único que, cuando todo parece estar estancado, nos permite crecer por dentro y avanzar.
Procesar nuestras experiencias, proyectos y sentimientos es algo que debemos hacer sin que nadie nos aplauda, de palmaditas en el hombro o seque las lágrimas.
Quizá cuando empecemos a ver la soledad como una herramienta para conseguir eso y no como un enemigo a batir, dejándolo de asociar con la falta de afectividad, dejemos de temerla.

Cuadro que ilustra este post: "Soledad" Oleo sobre lienzo de la pintora colombiana Beatriz Vergara de Parra, 2001