La vida no es ningún pasillo recto y fácil
que recorremos libres y sin obstáculos,
sino un laberinto de pasadizos,
en el que tenemos que buscar nuestro camino,
perdidos y confusos, detenidos,
de vez en cuando, por un callejón sin salida.
Pero, si tenemos fe, siempre se abre
una puerta ante nosotros;
quizá no sea la que imaginamos,
pero si será, finalmente,
la que demuestre ser buenapara nosotros.
Este es el prólogo de A.J. Cronin que encabeza la obra de Spencer Johnson, ¿Quién se ha llevado mi queso?.
Esta especie de fábula cuenta con cuatro personajes, dos ratones y dos liliputienses que representan a modo de metáfora las partes de cada uno de nosotros mismos.
Los ratones es nuestra parte no racional, instintiva y los liliputienses esa parte cerebral que nos hace analizar casi siempre todo lo que nos ocurre.
Cada uno de ellos, ratones y liliputienses, buscan a diario en un laberinto su propio queso, siendo el queso aquello que cada uno queremos conseguir en esta vida: Amor, trabajo, Felicidad, etc.
Todos buscan y encuentran ese queso que les hace sentirse bien y se acostumbran a la situación rápidamente, pero, ¿Qué pasa cuando ese queso desaparece un día de repente?
De las diferentes maneras de pensar y actuar ante una situación así para intentar obtener el mismo resultado es de lo que trata este ameno libro.
Uno de los personajes, el liliputiense Haw, cuando algo le hace detenerse, va anotando en las paredes de ese laberinto preguntas y conclusiones que le impulsan a seguir adelante. Me quedo con esta: “¿Qué harías si no tuvieras miedo?”